32 Aseguraron ellos con juramento que no sabían dónde estaba el
hombre que buscaba.
33 Entonces él extendiendo la diestra hacia el santuario, hizo este
juramento: «Si no me entregáis encadenado a Judas, arrasaré este
recinto
sagrado de Dios, destruiré el altar, y aquí mismo levantaré un
espléndido
Templo a Dióniso.»
34 Y, dicho esto, se fue. Los sacerdotes con las manos tendidas al
cielo, invocaban a Aquél que sin cesar había combatido en favor de nuestra
nación, diciendo:
35 «Tú, Señor, que nada necesitas, te has complacido en que el
santuario de tu morada se halle entre nosotros.
36 También ahora, Señor santo de toda santidad, preserva siempre
limpia de profanación esta Casa recién purificada.»
37 Razías, uno de los ancianos de Jerusalén, fue denunciado a
Nicanor. Era hombre amante de sus conciudadanos, muy bien considerado,
llamado por su buen corazón «Padre de los judíos»,
38 pues, en los tiempos que precedieron a la sublevación, había sido
acusado de Judaísmo, y por el Judaísmo había expuesto cuerpo y vida con
gran constancia.
39 Queriendo Nicanor hacer patente la hostilidad que le embargaba
hacia los judíos, envió más de quinientos soldados para arrestarlo,